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6 de marzo de 2012

¿ Problemática virtualidad?


“La telefonía inalámbrica —vino a decirme anoche la Nina, sin querer— nos va a entorpecer las historias que contemos de ahora en adelante. Las hará más tristes, menos sosegadas, mucho más predecibles.
Y me pregunto, ¿no estará acaso ocurriendo lo mismo con la vida real, no estaremos privándonos de aventuras novelescas por culpa de la conexión permanente? ¿Alguno de nosotros, alguna vez, correrá desesperado al aeropuerto para decirle a la mujer que ama que no suba a ese avión, que la vida es aquí y ahora.
No. Le enviaremos un mensaje de texto lastimoso, un mensaje breve desde el sofá. Cuatro líneas con mayúsculas. Quizá le haremos una llamada perdida, y cruzaremos los dedos para que ella, la mujer amada, no tenga su telefonito en modo vibrador. ¿Para qué hacer el esfuerzo de vivir al borde de la aventura, si algo siempre nos va a interrumpir la incertidumbre? Una llamada a tiempo, un mensaje binario, una alarma.
Nuestro cielo ya está infectado de señales y secretos: cuidado que el duque está yendo allí para matarte, ojo que la manzana está envenenada, no vuelvo esta noche a casa porque he bebido, si le das un beso a la muchacha se despierta y te ama. Papá, ven a buscarnos que unos pájaros se han comido las migas de pan. Nuestras tramas están perdiendo el brillo —las escritas, las vividas, incluso las imaginadas— porque nos hemos convertido en héroes perezosos.”
¿Qué necesidad tenemos de estas 24 horas conectados a los móviles? ¿Qué es esa necesidad que nos hace abandonar una charla con nuestros amigos por estar conectados al móvil? ¿Es necesario? ¿Nos mejora la vida o es una dependencia más que nos mantiene esclavizados a lo material? ¿Avanzamos o solo nos volvemos dependientes de la tecnología? ¿Quién se acuerda de cómo se quedaba antes que no hubiera móviles? Con esto no quiero decir “tirar vuestros móviles a la basura”, no, pues no pienso que sean malos, pero como todo hay que saber usarlo y ser conscientes de cuando es algo útil y cuando es algo que nos hace dependientes. Hoy por ejemplo si te paras a mirar un vagón de metro de 36 personas sentadas 27 tienen el móvil fuera, ¿No se está convirtiendo en un objeto que nos impide ver a nuestro congénere? ¿No crea en nosotros una abstracción que nos impide ser conscientes de lo que nos rodea, qué nos individualiza, que nos hace mirar fijamente al móvil cuando oyes un grito en vez de levantar la cabeza y ver qué es lo que pasa? ¿Nos os da miedo? ¿No creéis que no es lógico, que en clase, mientras el profesor explica, habla, interactúa con sus alumnos, estos tengan el móvil encima de la mesa y a la menor señal de virtualidad se sumerjan en esa abstracción? El otro día me contaban una anécdota de un viaje de metro, y era como una pareja que llevaba un carrito con un bebe, iban los dos mirando el móvil, interactuando con esa diminuta pantalla luminosa, mientras el niño en la cuna absorto en la nada, pues nadie le prestaba atención. ¿No puede crear esto una carencia en los niños a la larga? Como los niños de África que vierten lagrimas pero no pronuncian el llanto pues ya han interiorizado que por más que griten no obtendrán respuesta ni consuelo del alimento pues no hay. ¿No es una necesidad volver al mundo natural donde la cruda realidad nos espera, para su interactuación?

1 comentario:

Roberto Carballo dijo...

Maravillosa reflexión